sábado, 11 de diciembre de 2010

Pobreza e imposición, un coctel explosivo

Ante los hechos públicos de lo ocurrido en el intento de desalojo de Villa Soldati, se me ocurrió trazar un paralelismo con lo que pasó hace unas semanas en Formosa con la comunidad Toba. Sólo que ahora impacta más porque es acá nomás para la mayoría, está a la vuelta de la esquina, por más que pocos porteños deben conocer la zona Sur o la realidad de la gente que vive con escasos recursos.

Ambas situaciones son un intento de imponer la fuerza, la violencia, por sobre el diálogo y la búsqueda de soluciones que mejoren la calidad de vida de las personas.
Y de allí las consecuencias, porque el que siembra ira obtiene tempestades.

En primera instancia, para lograr dilucidar algo de todo este caldo de cultivo, hay que dejar de lado las afirmaciones confusas de quienes creen que es un problema de nacionalidades. Las fronteras son un invento de los deseosos de sangre y poder.
No pasa por ahí el inconveniente, y para que no se reproduzca, hay que dejar de lado, no responderle, hacerle el vacío, al que menciona a algún país limítrofe como causante de los males. Es un intento de simplificar aquello que tiene otros ribetes y que se está haciendo cada vez más tangible en el planeta todo.


El tema es la inclusión social que piden a grito los pobres, los que no tienen nada y son capaces de dejar todo por un poco de dignidad. Hay que aprender a escucharlos, no pensar que con borrarlos del mapa se resuelve algo.
Tampoco caer en el idealismo, porque pobreza hay y habrá siempre, sólo que desde las altas esferas gubernamentales hay que empezar a activar una política de reinserción, de contención, de integración, más que de palo y a la bolsa, que ya queda demostrado que es inconducente y dañino, y que encima no resuelve el problema.


Si cada cual sigue cuidando sólo su quintita, vamos por mal camino.
Entiendo que los que tienen poco, los vecinos de los alrededores del Parque Indoamericano -que increíble lo preciso del nombre ante los hechos que se sucedieron, ¿no?- pretendan cuidar con uñas y dientes lo que consiguieron y los mantiene, y desde ahí se produce un enfrentamiento entre pobres y no tan pobres, que suena ridículo.
Si las personas se interesaran más por dialogar antes que juzgar de forma facilonga, creo que habría poquísimos problemas que no se puedan resolver. Salvo la muerte, todo lo demás es relativo y solucionable.


Y los que tienen poder, se enredan en sus propias aspiraciones, que no los afecte en la imagen pública, o que los haga sumar puntos ante el electorado. La gente no es electorado, son personas con ganas de vivir cada día un poco mejor.
Operación de acá, operación de allá, puro oportunismo y maniqueísmo político. Nada que ver con lo que quiere la población.


Entonces ese vacío entre las capas altas y bajas de la sociedad hace que eclosione todo en una incomprensión fogoneada por los medios que en lugar de buscar informar, persiguen la zanahoria del sensacionalismo y las muertes, la sangre y la posición extrema, de cualquiera de los lados que componen una guerra. Guerra en el sentido de enfrentamiento entre dos bandos. Cuando esto no se trata de grupos opuestos, sino de personas que tienen necesidad de armonizar y sentirse un poco más consolidados en sus logros.


Para rescatar algo, todo esto ayuda a leer claramente en que etapa de evolución esta la sociedad argentina. La mayoría de los argentinos opina a boca de jarro, todavía somos un pueblo vulnerable porque compramos cualquier buzón. El que nos sirva para quedarnos tranquilos de que tenemos razón, cuando la razón va perdiendo fuerza y dando paso a la pluralidad de sentidos puestos al descubierto para ver qué resuena de tanto desbarajuste mal analizado.

Es imposible concluir algo ante los hechos como fueron presentados. Es todavía la pelea universal por el huevo o la gallina, quién empezó, qué generó esto, pero el punto es saber rescatar aspectos centrales de aprendizaje.
No se puede seguir reprimiendo para generar cambio, es inconducente.
No se puede gobernar teniendo otro gobierno que se opone a todo lo que se haga, tienen que aflojar con sus aires de personalismo y paternalismo barato y confluir en un espacio de diálogo.

La falta del mismo -del diálogo-, ya sea en los que manejan la cosa, como en las clases medias y bajas que quieren que no les toquen su kiosquito, fue el causante de todo este caos.
Y hay que empezar a construir políticas sociales que incluyan a los que se están cayendo del plato, porque sino después se vuelve en contra, incluso para los que eligen no ver a los pobres que piden clemencia y son los que más fácilmente sacarán sus uñas a relucir para obtener o no renunciar a la dignidad que todo ser humano necesita.
Fue una chispa lanzada a una cámara de gas. Inevitable explosión. Inacción política por un lado, inoperancia y exceso de involucramiento por el otro, y aquí estamos, todos hablando de un mismo tema que es imposible que no nos perturbe. Demasiada ira y bronca guardada para que no salga a la luz.

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